TEXTO: PEDRO MARDONES BARRIENTOS
La Discusión 30.10.88 PAGINA DOS

Poetas Larrahona y Baeza Flores
PALABRAS DE GREDA

Por Pedro Mardones Barrientos.(presidente Agrupación Literaria de Valparaiso).
Resistiendo los asedios de la infancia, en una alquimia de sueños transitada por las finas agujas de la realidad, crece, florece y se deshoja la poesía de Amanda Fuller. Chillaneja, de fina arcilla celeste, modelada por La luz de las frías mañanas de esa tierra – que es también la mía- su canto tiene la magia invisible del terruño, acrisolada por el ir y venir del mundo que la atrapa en la red sutil de sus meridianos.
Su perfil risueño, donde la tarde empieza a musitar ausentes palabras y el espíritu diáfano de su poesía lo trasunta Alfonso Larrahona cuando señala en el prólogo: “Toda ella es sinceridad, emoción y trino cuando nos confía su y transcurrir en el amor y el desamor. Su lenguaje poético logra una dignidad y fineza presente solo en la buena poesía. Su gracia reside en un macerar situaciones luego de pasarlas por cendal onírico que le es propio”.
Estas “Palabras de greda” brotan del venero legítimo de su corazón, enraizado al canto de la lluvia en su transparente aletear de vuelos inconclusos, que la llevan a golpearse el alma en inesperado desencanto. Si tuviera que elegir algunos versos para mostrarles su poesía, indudablemente no sabría como hacerlo, pero éstos susurran en mi espíritu un lenguaje indesmentible:
“Todo el asombro fue como una ola,/ barrió mi sombra, la llevó al abismo:/ eras la flor quebrada del sendero,/ solo el agua lamiendo el desencanto./ ¡Qué vana pretensión abrió mis alas ! ”
Alberto Baeza Flores la saluda desde España con estas palabras: “Júbilo y añoranza, presencia y distancia, encuentro y desencuentro, en los horarios de la vida, tiene este lenguaje de la greda. También está el trino de la guitarra chillaneja y el pulso del tiempo…”
Tal así es “Balada del anhelo” donde ella vuelca desde un cántaro mágico ese río incontenible de emoción al sentirse de nuevo entre los suyos, al aspirar el calor hogareño que se lleva en toda la piel como un vestido invisible hasta la muerte.

“ De pronto, me coge un anhelo tremendo/ de estar en mi casa/ en la vieja casa de paredes altas/ con grietas de tiempo…”
Y en el encuentro:
“ Aventar recuerdos, sacudir retratos y abrir viejos libros,/ confiar a un brasero el frío del invierno…”
En cada verso golpea una emoción distinta, hay flores y abejas en ronda de esperanza; un “patio de la bella infancia”, padres y hermanos que se abrazan, hasta el cierre del poema con una sentencia luminosa y plena:
“!Qué hermoso es sentir que he vuelto a casa!”
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