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AL PRESIDENTE NO LE GUSTAN LAS NOTICIAS Por Enrique Fernández

AL PRESIDENTE NO LE GUSTAN LAS NOTICIAS

Por Enrique Fernández

 

No le gusta leer los diarios. Y es raro, porque el Presidente Gabriel Boric es un hombre culto y gran lector. En sus discursos suele citar a poetas, ensayistas y narradores, frutos de buena literatura. Pero no lee los diarios, porque sus páginas vienen plagadas de malas noticias.

Así lo reveló durante su reciente participación en el Encuentro Nacional de la Industria. Hablando ante los empresarios allí reunidos, el Presidente dijo:

“Cuando leo los titulares de los diarios –en realidad leo poco los diarios a estas alturas- pero es impresionante el afán por preferir las malas (noticias)”.

Y es cierto: El último fin de semana los desconocidos de siempre entraron a la casa de la senadora Paulina Vodanovic, en el barrio Ñuñoa, y se llevaron un valioso botín. En Valparaíso, otros desconocidos ingresaron a las oficinas del senador Ricardo Lagos Weber y también obtuvieron un buen botín. Son dos autoridades, dos senadores de la República, alcanzados por el creciente clima de inseguridad en que vive Chile desde hace décadas.

La crónica policial de este reciente fin de semana incluyó además un tiroteo a pocas cuadras de la casa del Presidente, que culminó con seis detenidos en el barrio Yungay. También la educación tiene noticias malas, con la huelga que por más de 50 días mantienen los profesores en la región de Atacama, por la falta de mantención en sus colegios.

“No sé cómo quienes siguen leyendo diarios, como El Mercurio, La Tercera y La Segunda, no sé cómo queda su corazón después de esto, porque en verdad pareciera como si viviéramos en un país infernal”, agregó el Presidente ante los industriales.

En su dramática visión, el mandatario coincidió con el humorista Stefan Kramer, que en su última producción y en un video que circula en las redes sociales afirma que “estamos mal”.

“Estamos mal, estamos pésimo. No podríamos estar peor. ¿Existirá una palabra peor que peor. No se sabe”, dice Kramer, imitando en su vestimenta y su tono al comentarista radial Tomás Mosciatti, que cada mañana se encarga de mostrarnos cuán negativo es nuestro país. Mosciatti, a su vez, es un imitador que evoca, en mangas de camisa y con suspensores, al entrevistador Larry King, de la televisión norteamericana. Por eso algunos lo apodan el “Larry King chileno”.

La crítica del Presidente, que muchos comparten, no sólo apunta a los diarios sino a todos los medios de comunicación: la televisión, las redes sociales y hasta la radio, que es el medio más confiable según todas las encuestas. Pero, por cierto, los profesionales vinculados con esos medios se sintieron aludidos y hasta ofendidos tras la acusación del mandatario.

“Si no le gustan los diarios, que cree un diario”, disparó desde el matinal de Megavisión el periodista José Antonio Neme, en una reacción poco caballerosa e incluso grosera. Neme olvida que hasta hace 10 años los presidentes de Chile tenían a su disposición el diario La Nación, bajo control del Estado, pero dejó de circular definitivamente por disposición del Gobierno de Sebastián Piñera,.

Menos grosero, pero en un tono irónico, el columnista de El Mercurio Carlos Peña se manifestó comprensivo con la actitud presidencial:

“Es encomiable la preocupación del Presidente por el corazón de los lectores de este diario (y de La Tercera, claro), pero habría que aclararle que en general la gente lee los diarios no buscando un bálsamo para el espíritu (o como el Presidente prefiere, para el corazón)”.

La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que agrupan a los propietarios de periódicos, consideraron que la postura del Presidente Boric amenaza la libertad de expresión, garantizada en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando señala: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión”.

Entonces llegamos a la conclusión de que el ciudadano Gabriel Boric tiene ese derecho y más aún si ejerce la primera magistratura de la nación. Sólo que la causa de las noticias malas –que son mayoría frente a las noticias buenas- no está en las páginas de los periódicos, ni en las pantallas de la televisión, ni en las redes de la internet. Las noticias malas son el reflejo de la realidad del momento.

Es la realidad la que se impone sobre la mejor de las intenciones que pudiera tener un periodista para mostrar un mundo diferente y más positivo. Acallar esas informaciones u ocultaras sería aplicar censura y atentar contra la libertad de expresión. Y además, lo que para unos es una mala noticia, un conflicto, para otros puede ser un avance, un progreso. Por ejemplo, el proyecto de nueva Constitución que apoyaremos o rechazaremos en el plebiscito del 17 de diciembre.

Un problema anexo es el de la manipulación de las noticias y el deficiente desempeño de algunos profesionales, que no saben informar de manera correcta y con el lenguaje adecuado. Pero la causa de estas deformaciones es la crisis cultural y educacional que Chile enfrenta desde hace 50 años, por circunstancias de todos conocidas.

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