Radio Arcoiris

ESTACIÓN DE HUMO Y DE CAMPANAS

Así como ayer llegaban los trenes llegan ahora los recuerdos por los rieles de la memoria anunciándose con el humo de los años y campanadas ínteriores

Ahí está, en blanco y negro el boceto neblinoso de una impresionante estación de hierro de techo alto y abovedado.

Después se vino el terremoto del 39 y la estación, destruida como casi toda la ciudad, se fue con los treinta mil muertos y fue reemplazada por una moderna construcción de concreto sin vuelo ni memoria..

Ubicada al costado de la poniente Avenida Brasil- de doble vía y camellón central con palmera solitaria-   se adornaba del dinamismo de la época con carricoches tirados por caballos –los “huasqueados”- que a la llegada de los trenes repartían a los viajeros “pudientes” entre las cuatro avenidas de la ciudad en tanto la mayoría se desparramaba caminando por las calles de adoquín y veredas de baldosas compartiendo la aventura de la ausencia.

Los “huasqueados” eran los taxis de entonces, más olorosos pero menos contaminantes

Un tío muy mío, el tío Peyo, manejaba uno que le prestaban otros parientes.

Por mi afición a volantines y cachurras el tío Peyo me llamaba Cachurro y cuando yo aparecía , postergando a sus clientes , me llevaba hasta el Estadio Municipal (un arenal con un par de arcos )donde yo estrenaba los flamantes “chuteadores Húngaros” , de cuero negro y costuras amarillas comprados a crédito por mi padre, conocido profesor normalista y ex jugador del “Unión F.C.”, en la Zapatería Ochoa de la calle Arauco y que yo portaba en hermoso maletín de madera hecho especialmente por el artista de sus manos que era el primo Juan.

Por esos tiempos los F:F:C:C: del Estado funcionaban muy bien aunque sus trenes y sobre todo sus directivos fueran mucho menos veloces que los de ahora .-

Los trenes más importantes eran el “Tren Nocturno”, con coche dormitorio, que desde Santiago viajaba   toda la noche, para amanecer en Chillán , reponer fuerzas con el “café con malicia” y luego seguir hacia el sur. Por las mañanas los trenes llamados   “Ordinarios”(no por vulgares sino por habituales) que   partían simultáneamente de Santiago   y de Chillán, se cruzaban a mitad del recorrido y llegaban a destino como a las 6 de la tarde, el primero con los diarios nacionales de la mañana y el otro con longanizas, sustancias y arrollados con la calidad y la salud provincianas, óptimas para combatir las impurezas digestivas de la vida capitalina.

 

Un día de verano el progreso nos llegó por la vía ferroviaria con la súbita aparición   de un tren distinto , sin máquina a carbón ,sin humo y sin campanas que con forma de obús de color rojo centelleante se parecía a las naves espaciales de las seriales que veíamos en el cine O;Higgins ,único de la ciudad, hasta que el Mario Foster inaugurara la competencia.con su sala Mafor.

 

Era el moderno “Flecha del Sur”, de origen japonés, que alcanzaba velocidades fantásticas y solo tenía “primera clase”.

Es que por entonces los trenes tenían carros diferenciados : “de primera” con asientos de cuero , calefacción y servicio y acceso privilegiado al coche comedor y carros de tercera , helados en el invierno y hornos en el verano, con asientos verticales de madera de puro palo .

Apenas el “Conductor” del tren ,impecablemente uniformado, daba el pitazo de partida los atestados carros de tercera se convertían en comedores colectivos donde se compartían   pollos cocidos, huevos duros, las reconocidas “substancias de Chillán”(de siete gallinas negras -“trintres”- y una cogote pelado) y se destapaban   botellas de chacolí o vino tinto.

En las tardes del verano mientras nadábamos en las aguas del Río Ñuble, veíamos al Flecha del Sur cruzar espectacularmente el puente ferroviario por sobre nuestro gratuito balneario popular,.

 

Pero el modernísimo Flecha nunca pudo desplazar del privilegio de nuestra imaginación a los antiguos trenes a carbón probablemente porque, en las frías mañanas del invierno, era incapaz de desaparecer tras las nubes de vapor con la magia de una Máquina Montaña o porque ,sin humo de carbón, nunca sirvió para curar a nadie de la “tos convulsiva” , con la reconocida   medicina alternativa recetada por moros y cristianos y cumplida en inolvidables paseos terapéuticos de la mano paterna “por la línea del tren”.-

Pero mucho más hermoso y mágico era el “Tren Chico”, un tren pequeñito de trocha angosta que ascendía hasta los pequeños poblados pre cordilleranos.

En verdad era un tren de juguete pero “todo el mundo” se lo tomaba en serio y pasaje en mano “se encaramaba” en el, sin contemplaciones, para escapar a las alturas .

El “Tren Chico” partía de la Estación rodeando la ciudad por dos de sus avenidas periféricas. A las seis o siete cuadras se detenía en “ La cruz de Riffo” , primer paradero,   y otras 4 cuadras más adelante se despedía de Chillán en la estación urbana de “Santa Elvira” para iniciar el ascenso hacia la cordillera   pasando por las estaciones General Lagos y Talquipén y los pueblitos de Coihueco, Pinto, Tanilboro y finalmente Recinto ya en plenos contrafuertes andinos.

La subida era tan tremenda y difícil que a ratos la marcha se hacía “a vuelta de rueda” y los pasajeros podían bajarse y caminar a su lado recogiendo maqui ( fruto silvestre) del costado de la vía y volver a subirse a voluntad.

Pero el tren más popular y sonoro era, sin duda, el “Ramal” de mediodía, tren que venía desde temprano de la costa cargado de mar vivo y de “tortillas de rescoldo” y otros productos de maravilla que iba recogiendo en el trayecto.

Al mediodía, frente a la estación, sin distinciónes de ninguna laya, la gente se agrupaba en los lugares indicados del camellón central esperando la triunfal llegada del Ramal que se anunciaba con mensajes de vapor y sonoras campanadas .

Minutos más tarde mozos robustos hacían su aparición cargando grandes cajones de madera con amarras y cerraduras de alambre que descargaban sin miramientos en los lugares asignados a los comerciantes entre los cuales recuerdo a los hermanos Silva con fama de recibir los mejores cargamentos.

Entonces, con “diablitos” ( pequeño fierro curvo) rompían diestramente los amarres de alambre y el público ansioso se disputaba las cholgas vivas, las apancoras respirando espuma , los congrios, sierras y pescadas( hoy atrofiadas merluzas),las corvinas , el ulte ,

las nalcas y a veces los erizos y los locos..

 

La llegada del ramal , el reparto de mar vivo y luego la exitosa llegada a casa inauguraba el almuerzo con “cholgas a la ostra” mientras se freía el pescado y la geométrica ciudad de doce cuadras por lado se hacía mágica con incursiones de mar a domicilio.

 

Entonces Chillán “era una fiesta” (sin necesidad de Hemingway)

 

En la acera de enfrente a la estación, al otro lado del camellón de la palmera, se alineaban locales comerciales, hoteles para pasajeros en tránsito o para clientes en más rápido tránsito, almacenes surtidos y el apetecido restaurant “La Bahía” atendido,   “personalmente   por su dueña”, “La Brisa”, una señora joven robusta , buenamoza, y de gran simpatía que cantaba de maravilla canciones argentinas y chilenas .

No supe o no recuerdo su nombre pero todo el mundo conocía a La Brisa que cantaba como diosa .

 

Neruda era su gran admirador y cada vez que pasaba por Chillán   pedía que La Brisa fuera invitada infaltable en las cenas con “estofado de aves voladoras” que pedía en sus casas amigas   de Panchito y Mercedes Benavente o de Don Héctor y Débora Ortiz padres de Hilda ,después esposa de Gonzalo Rojas.

 

Conservo una fotografía( regalada por Queña y Jaime Benavente) de cuando   en su casa la Brisa baila con Panchito mientras Neruda aviva con las manos el ritmo de la cueca y también guardo un casette con grabaciones de la Brisa que rescató del olvido el gran amigo de la música que era Mario Yarur, dueño de la única casa de discos que por entonces había en la ciudad .

 

En 1964 ,al menos por unas horas, el barrio de la Estación cobró importancia política especial

 

Después de las largas campañas electorales presidenciales   que comenzaban más un año antes de la elección , por fin llegaba el día de la verdad .

 

Los candidatos eran Salvador Allende por el FRAP, Frente de Acción Popular, y Eduardo Frey padre cuya candidatura , ante le temor del triunfo popular, había recibido el apoyo del Departamento de Estado norteamericano, de la Derecha nacional (32b) y marginalmente de un candidato callampa ,el cura de Catapilco ,ingenioso invento reaccionario para restar votos populares a la izquierda.

 

Pero aún así en el FRAP de Chillán creíamos que los resultados serían muy estrechos de modo que en la víspera se revisaban todas las tareas: cuidar los votos, asegurar los apoderados de mesa , vigilar los posibles lugares de “cohecho” o compra de electores,etc..   .

 

Como a las once de la noche llegó al comando del FRAP la noticia cierta de que en un hotel del barrio estación estaban “cohechando”, ”comprando conciencias”, se decía entonces. De inmediato hicimos la denuncia   al jefe de plaza, Comandante del Regimiento, que a esas horas dormía tranquilamente.

 

Molesto, rechazó toda posibilidad de cohecho en la zona a su cargo; pero seguimos insistiendo, telefónica y luego personalmente, hasta que ya ,totalmente desvelado ordenó a regañadientes que un piquete de soldados al mando de un oficial fuera a comprobar la denuncia acompañados por cuatro dirigentes nuestros comandados por un prestigiado cardiólogo de la ciudad.

 

Ambos grupos se apersonaron rápidamente en el hotel donde luego de comprobar que en el primer piso no había nada ni nadie y a pesar de las enérgicas y quizás desesperadas protestas del dueño se continuó la pesquisa al segundo piso donde estaban las dormitorios.

 

Efectivamente en dos o tres piezas se sorprendió a otras tantas parejas en “pleno cohecho” lo cual fue electoralmente desestimado.-

 

A la noche siguiente ya se sabía del triunfo holgado de la Democracia Cristiana y de la Derecha , triunfo que obtuvo Eduardo Frei padre a pesar de nuestra denodada lucha anti cohecho desplegada en el Barrio de la Estación de los Ferrocarriles de Chillán , el barrio del Ramal” ,del “Tren Chico”, de la “La Brisa” y de mi inolvidable tío Peyo .

 

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